Recientemente volví a leer la visualización de Tim Urban sobre el tiempo que nos queda para realizar varias actividades conforme van avanzando los años. Además de pensar en el tiempo que tengo para dedicarle a mi familia, amigos y las actividades que más me gustan hacer, no pude sacar de mi mente la siguiente gráfica, que es de los presidentes de EE. UU. pero ayuda a establecer el punto:
A mis 25 años, ¿cuántos presidentes más veré durante el tiempo que me queda de vida? Si —afortunadamente— llego a vivir 90 años, veré a 10 presidentes más. Es decir, podré contar con los dedos de mis manos el número de elecciones federales en las que podré votar. Sin duda, es extremadamente bajo el número.
Es aquí donde estos números se tornan más impactantes. Diez presidentes más significa que las decisiones que tomen las siguientes administraciones determinarán, en gran parte, las oportunidades y calidad de vida de los integrantes de mi generación. El que se mantengan las crisis de inseguridad y económicas actuales de manera sostenida marcarán de por vida y de manera irreversible a millones de mexicanos.
Cada día que pasa, es una oportunidad menos. Preocupa que en México el discurso y las noticias se centren en los asuntos personales y políticos que benefician a unos en detrimento de otros. Preocupa que el tren del desarrollo tecnológico, innovación y renovación haya salido de la estación y nosotros no estemos dentro.
¿En diez sexenios México va a poder pacificarse? ¿Podremos transitar de un sistema de generación de energía basado en petróleo y gas a uno sostenible que aproveche nuestra riqueza en recursos y técnicas sustentables? ¿Cómo enfrentaremos la obsolescencia, aparentemente inevitable, de economías como la nuestra basadas en la exportación de materias primas y manufactura?
Si queremos llegar a ver un mejor país, tenemos mucho menos que diez sexenios.