Jordi Pérez Colomé escribiendo para El País:
La fecha para aceptar la actualización de la política de privacidad de WhatsApp ya ha pasado. De momento, los usuarios que no les dieron el visto bueno el sábado 15 de mayo siguen usando la aplicación sin problema. La compañía seguirá mostrando “durante varias semanas” un recordatorio a quienes no han aceptado. Pasadas esas semanas, el recordatorio será “persistente” y solo se podrá interactuar con WhatsApp mediante notificaciones: cuando llegue un mensaje se podrá responder, pero no se podrá acceder a la lista de chats.
La mayoría de las personas consultadas valora la calma que obtienen al salir de WhatsApp. Hay varios tipos de tranquilidad. Primero, huir del spam (mensajes no deseados) bienintencionado. “Me ahorro los interminables diálogos-monólogos de gente que necesita comunicar que tiene una nueva mascota pero requiere 35 líneas, 50 emoji y docenas de signos de puntuación y admiración, además de chistes viejos, historias en Power Point de cisnes en un estanque, puestas de sol interminables con acompañamiento de violines o las invocaciones a santos y vírgenes”.
Para María Jesús Gullón, el problema era más serio. “Dejé WhatsApp por mi trabajo y por el bien de mi salud”, dice. “Recibía notificaciones a cualquier hora, invadía mi vida privada, no desconectaba del trabajo, llegó a crearme adicción. Estaba todo el día pendiente de si recibía mensajes y de si ‘habían leído’ lo que fuera que hubiese enviado”, añade.
Sorprendente que la mayoría de las personas entrevistadas dejaron WhatsApp por salud mental o por perder demasiado tiempo en la aplicación. El miedo de perderse algo o no estar informado al no usar la aplicación es real. Las implicaciones sociológicas y en nuestra salud de estas plataformas sigue siendo un terreno poco explorado.
Personalmente, sigo sin aceptar las nuevas condiciones de uso—a pesar de que tengo una cuenta en Instagram y Facebook ya me tiene más que perfilado—. No sé si cuando llegue el momento, de no poder usar el servicio, las aceptaré o borraré la aplicación de una vez por todas. Si bien pareciera que las razones por las que uno no debería aceptar los cambios promovidos por Facebook son meramente un asunto de privacidad y manejo de nuestros datos, la comunicación por medio de esta aplicación de mensajería se ha vuelto plenamente disfuncional y demandante.
En general, WhatsApp se ha vuelto problemática por las decisiones que está tomando Facebook para recopilar y utilizar los datos de esta aplicación para mostrar anuncios dirigidos, pero la verdadera razón se centra en el número de usuarios que magnifican los vicios del formato de comunicación. Frenéticamente revisar los “checks azules”, recibir reclamos por no haber contestado bajo un cierto periodo de tiempo—a pesar de haber leído los mensajes—, tener que leer mensajes sobre el trabajo o la escuela a las 23:00 horas y preocuparse por ello, recibir mensajes de confirmación de veinte personas distintas con un “gracias”—olvidando que el emisor puede revisar si ya leyeron algo o no—y el constante envío de bendiciones, chistes, videos o presentaciones de PowerPoint de la época de las cadenas de correo, son solo ejemplos de la experiencia que día a día tenemos que lidiar. Todo ello nos quita energía y reduce nuestra atención.
El verdadero problema de WhatsApp es su naturaleza de tipo “push”. Los mensajes te llegan, demandan tu atención y presentan contenido que muchas veces ni te interesa en primer lugar. Además, empujan cambios en términos y condiciones de uso porque saben que no hay alternativa más que aceptarlos. Es completamente arbitrario que por decisión de una empresa, tengamos que ceder nuestros datos y aceptar ciertas condiciones de uso de un servicio que nos ha dejado sin muchas alternativas. En ese sentido, la naturaleza abierta del correo permitía que cada uno de nosotros tomara ciertas decisiones sobre el proveedor, plataforma y seguridad que mejor nos acomodara. Un correo electrónico de Gmail es compatible con uno de Outlook, para poner un ejemplo. ¡Cada usuario tiene la libertad de elegir! En cambio, con servicios como WhatsApp, estás obligado a usar la aplicación y aceptar las condiciones de WhatsApp para comunicarte. Si no, quedas fuera.
Signal o Telegram parecen buenas alternativas, aunque dudo que puedan combatir este sentimiento de urgencia por contestar o permanecer conectado la mayor parte del día. De igual manera, tienen sus propias condicionantes para usar el servicio, presentando ventajas y desventajas en cuestiones como privacidad o seguridad. El mismo efecto lleno de vicios, al crear un grupo para un salón de clases o equipo de trabajo para “poderse comunicar al instante y de manera más práctica”, seguirá, gracias a que la filosofía y modelo de comunicación continuarán siendo los mismos.