Valeria Moy en su primer artículo para El País:
En 2020, la caída en el PIB mexicano fue 8,3%, la segunda mayor en los últimos 120 años, solo después de la de 1932, estimada en cerca de 14%. Es de esperarse, suponiendo que la pandemia lo permita y no haya otro confinamiento masivo, que este año crezcamos alrededor de 5%, según señalan los pronósticos más optimistas. Nada extraordinario, cabe agregar.
La economía estadounidense cayó 3,5% el año pasado y las expectativas de recuperación para este año rebasan el 6%. A eso sí se le puede llamar recuperación, no a los meros rebotes propios de cualquier caída.
Respecto a la inversión, la cual nos muestra un futuro poco alentador:
El dato más reciente que tenemos es el de enero de este año y nos muestra que la inversión se encuentra en niveles similares a los que tenía a mediados de 2006. Hemos perdido 15 años de inversión en dos de Gobierno.
La lista de decisiones que marcadamente desincentivan la inversión se alarga cada semana. Empezó hace más de dos años con la cancelación del aeropuerto, pero en semanas recientes hemos visto la súbita aprobación de la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica y de la nueva Ley de Hidrocarburos.
Que a esta Administración no le gusta la inversión privada ya no debería de ser sorpresa para nadie. La sorpresa sería que a pesar de todas las señales que se mandan a los inversionistas, estos decidieran aún poner sus recursos de forma consistente en México. No soy optimista, pero considero que dentro de la Administración del presidente López Obrador deberían empezar a ver lo que la realidad les muestra para poder corregir el rumbo. Si esto no cambia, seguiremos esperando una recuperación que no se dará.
Al inicio de la pandemia y frente a apabullantes pronósticos económicos de lo que—ahora ya sabemos—se convirtió en la caída más importante desde la Gran Depresión, el discurso se tornó a uno en el que reinaba la esperanza del resurgimiento económico. Preguntas llenaron el espacio respecto a si se iba a conseguir una recuperación en ‘V’, ‘W’, ‘K’, de pipa o Nike. En México, pareciera que el ínfimo avance que se ha mostrado se debe al impresionante paquete de rescate e inversión de EE.UU. Sin embargo, esta influencia no ha sido suficiente y se ven signos de un estancamiento. Es decir, no hemos vuelto a encender el motor económico.
Aunque no se haya demostrado una causalidad, todo indica a que la gran debilidad que muestra la economía mexicana—debido a los bajos niveles de inversión y sin contar los efectos de la pandemia—se remonta a la cancelación del nuevo aeropuerto. Todos los análisis, resultados y conclusiones nos llevan a ese momento. Es algo que marcará lo que resta de este sexenio y posiblemente muchos años más. Aún así, resulta difícil de creer que la inversión se encuentra en niveles similares a los de mediados de 2006. De ese tamaño la afectación.
Con suerte, todavía tendremos tiempo de que el gobierno reconsidere y revire el rumbo. Sin embargo, día con día se toman decisiones en detrimento de una posible recuperación y se envían señales de que nada va a cambiar. Mientras más tiempo pase, más profundo será el daño y más complejo será el proceso de salida para lograr un crecimiento sostenido y digno de nuestro país.