Como lo era Twitter para Trump, las conferencias matutinas del presidente Andrés Manuel López Obrador son la herramienta que ha construido para establecer un control mediático que se origina directamente en su persona y que le permite dictar la agenda de cualquier medio o red social nacional. Todo comienza a las 7:00 horas, cuando se establece la agenda o los temas del día. Ni siquiera los noticieros de TV o radio, los cuales normalmente comunicaban las noticias del día anterior e informaban sobre lo que se esperaba más tarde durante el día, han sido inmunes ante lo que ha representado este cambio mediático en México. Ahora, todo lo que normalmente se reporta depende de lo acontecido en las últimas horas y lo que se habló durante la conferencia del presidente.
¿Cómo es que tal control hegemónico ha surgido sin obstáculos? Para responder a la pregunta, encuentro dos respuestas. La primera, tiene que ver con que a los mexicanos nos gusta estar informados del curso que tiene el país. No importa si la información que se nos brinda es veraz, oportuna o transparente. Dada la polarización que vivimos, si todo viene directamente del presidente—quien ha prometido acabar con la corrupción y los males del gobierno—mejor. Continuando con el símil del manejo mediático de Donald Trump durante su presidencia, López Obrador ha sido capaz de establecer un entorno en el que los medios tradicionales—que generalmente buscan hablar con la verdad al ejercer periodismo—sean fácilmente desacreditados. Es decir, López Obrador tiene ya una fórmula—que le ha funcionado bien desde antes de llegar a ser presidente—en el que no importa si lo que dice es del todo cierto o digno de un primer mandatario de Estado. Por lo tanto, si alguna de sus declaraciones es falsa y cualquier medio—principalmente de aquellos considerados como *neoliberales*— refuta dicha afirmación, el presidente simplemente genera polémica y logra que el tema a discutir ahora sean la naturaleza de sus declaraciones y el trabajo periodístico en cuestión. Lo cual, simplemente genera una cortina de humo—amplificada por redes sociales como Twitter—que nos obliga a dejar atrás el verdadero asunto de importancia para el país.
La segunda respuesta—la cual encuentro que no es del todo particular del gobierno mexicano, sino que también está directamente determinada por las circunstancias actuales de las redes y plataformas de información—refiere al alcance que un particular puede tener para proyectar ideas hacia el espacio público. Más aún, si se trata de un mandatario o gobierno que tiene una multitud de recursos a su disposición para aprovechar al máximo estas herramientas. Así, generando un impacto mediático que antes era controlado únicamente por los periódicos o televisoras. Es claro que López Obrador no es un tuitero extraordinario—tal y como lo era Trump, en el sentido del impacto que generaba cada mensaje, al gobernar EE. UU. mediante 280 caracteres cada mañana desde Mar a Lago. Los mexicanos, a diferencia de los estadounidenses, no estamos a la espera del siguiente tuit presidencial. Simplemente, esperamos pacientemente a que amanezca para poder disfrutar de más de 90 minutos de discurso, cara a cara con el ejecutivo.
¿Qué diferencia tiene esto con las giras “tradicionales” de mandatarios anteriores? Para mí, muchas personas erróneamente se han enfocado en la frecuencia de las conferencias matutinas como respuesta a esta incógnita. Sí, es cierto que la constancia ha provocado modificaciones en la rutina informativa nacional. Sin embargo, el impacto sería mucho menor si la transmisión no se hiciera por Twitter, YouTube y Facebook Live, ya que los canales de noticias o medios podrían agregar un filtro de interpretación, discusión y contraste periodístico. Ahora, este ejercicio de comunicación es directamente vertido sobre todos los mexicanos que desean informarse. Sin este filtro, el presidente tiene total libertad para expresarse como prefiera de quién sea—institución, empresa o persona—y tener garantizado que los mexicanos escucharemos.
En consecuencia, los medios han respondido creando cápsulas o espacios informativos para dar el resumen de la conferencia. Estos podrían estar abiertos a distintas interpretaciones, lo cual, gracias a la capacidad de transmisión y facilidad con la que cualquiera puede sintonizar al presidente durante las mañanas no es una opción viable. Al leer o ver un reportaje—el cual nos genere la menor sospecha de tener cierta tendencia interpretativa sobre lo que dijo el presidente—es fácilmente verificable al consultar la fuente directamente.
Otro elemento que parece fundamental para explicar este fenómeno, es el de los memes. Si vamos más allá de pensar en un meme como la imagen de López Obrador con alguna leyenda cómica—ya sea en favor del presidente o en burla—todo lo que sucede en las mañaneras es material perfecto para convertirse en un pequeño video, foto o audio que será compartido en redes sociales. En otras palabras, por cada conferencia de López Obrador existe un sinfín de extractos de información cultural transmisibles universalmente entre los mexicanos. Ya sea al grupo familiar, de trabajo o de amigos, estas cápsulas informativas terminan por encontrarnos día tras día—sin importar nuestra afinidad política. Es ahí, donde entra el trabajo del equipo dirigido por Jesús Ramírez Cuevas—Coordinador General de Comunicación Social y Vocero del Gobierno de la República—quien ha construido un espacio inigualable para que las personas y medios no tengamos más remedio que compartir o consumir la imagen del presidente López Obrador.
De cara a las elecciones del 2021, López Obrador no hará más que fortalecer su presencia en todos los medios a su alcance. La actividad en redes sociales se politizará y el espacio público del discurso se volverá aún más tóxico. Es la estrategia y lo que tanto les ha funcionado, ya que están explotando continuamente la naturaleza de las plataformas que les han permitido acceder directamente a los hogares mexicanos. Ya ha quitado del camino a los medios tradicionales y expertos, los cuales solo son escuchados por los llamados partidarios de la oposición. Es decir, la comunicación oficial no tiene ningún filtro. En consecuencia, ha logrado que el gobierno se vuelva el único suministro de información y ha hecho sentir a su base política que ahora se les está informando y escuchando como nunca. Por más mentiras que diga el presidente, esa realidad alterna que ha construido—utilizando a su favor redes como Twitter y Facebook grabando sobre el escenario del Foro 1 en Palacio Nacional—los mexicanos ya la concebimos como única.